UN LLENÇOL PER EMBRUTAR. Salvador Iborra Mallol.

UN LLENÇOL PER EMBRUTAR.  Salvador Iborra Mallol.
Sense dubte un dels millors llibres de poesía que he llegit, un pilar base en la emergent nova literatura catalana. Un homenatge per al lector.

LA MADONNA

LA MADONNA
Munch

viernes, 18 de enero de 2008

FRAGMENTO I

Son las dos de la tarde aquí. Las tres de la tarde en Minsk, capital de Bielorrusia. La Ploshchad Pryvakzalnaja, frente a la estación de trenes es lo más bonito de Minsk. Las cinco y media de la tarde en Kabul, entre burkas y soldados de la OTAN todo parece igual allí: La provincia se llama Kabul, la capital de provincia se llama Kabul, e incluso el río que cruza la ciudad se llama Kabul. No tiene que ser excesivamente difícil vivir a 1800 metros de altitud. Kabul domina los pasos montañosos hacia el norte y el oriente. Son las seis y media de la tarde en Mumbai, también conocida por los occidentales como Bombay. Es una de las ciudades con más densidad de población del planeta tierra: 28.992 habitantes por Kilómetro cuadrado. El triple más que Nueva York. Son las siete de la tarde en Novosibirsk, en el centro-sur de la gran Rusia. Antes se la llamaba Novonikolayevsk en honor al zar de todas las rusias, que son muchas y no tan solo tres, Nicolás II. Son las ocho de la tarde en Hanoi, cuya bandera se parece más a una señal de tráfico que a un emblema. No me gusta la humedad del sureste asiático, pero allí son las ocho de la tarde y eso cuenta. Mientras yo paso calor, ellos se divierten recogiendo cobras entre los arrozales, luego se beben la sangre de los reptiles. Son las nueve de la noche en Singapur, en donde hay cuatro lenguas oficiales, hay sitios donde no respetan los idiomas. Regiones que reniegan de su propia lengua, pero en Singapur mantienen el Tamil, lengua que proviene del Brahmi y del Grantha. Idioma silábico. Son las diez de la noche en Seúl, Corea del sur. Son las once de la noche en Vladivostok, controlando el este, encarada al pacífico. Son las doce de la noche en Nueva Caledonia. Tierra de la vindicación de lo humano, kanaka. Son las dos de la madrugada en Nukualofa, perdida en el pacífico. Son las dos de la tarde en esta habitación, derivando en la ciudad son las dos y un minuto, las dos y dos minutos, las dos y tres minutos, las dos y cuatro minutos, las dos y cinco minutos… Y no percibo cambios en mi carne muerta. No hay cambios en mis huesos rotos. Nada cambia excepto la luz que se yergue tersa e insomne por las paredes de la habitación. La sangre impulsada por cada latido de mi corazón inunda arterias que canalizan su potencia. Inspiro, espiro, inspiro, espiro… Mi carne muerta no se pudre. No hay necrosis en mis músculos inmóviles frente al escritorio. Las fotografías de la pared avisan: Cuidado chico, corres peligro de morir. Son las dos y ocho minutos en esta habitación. Mis huesos son cenizas atrapadas entre mis músculos, pero no se pudre nada. La luz sí se pudre trepando por mis piernas, por mi cintura, por mis extremidades. Frío y luz recorren esta habitación. Son las dos y nueve minutos, en Kabul acaba de hacer explosión una bomba. Son las dos y diez minutos, mi corazón explota de nuevo, más sangre por mis vasos. Mi carne no muere porque yo sigo vivo. Una serpiente repta por los arrozales de Hanoi. Son las dos y once minutos, yo repto por la habitación. Un perro despedazado en las llanuras de Irán con las patas volteadas hacia arriba, abiertas, exhuma un olor de vísceras. Es un cuerpo inerte e inerme al que los niños analfabetos de Arak tiran piedras. Son las dos y doce minutos. Miles de larvas alimentándose del cuerpo muerto del perro como se alimentaron del cuerpo muerto del gran Ciro II. Como se alimentaron del cuerpo de Jesucristo. Como se engendran y terminan por nacer en las venas rotas de mi cuerpo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Tres de la mañana. ¿por qué mi cabeza no sabe dar la vuelta al mundo cómo hacen otros?...no lo tengo claro.