UN LLENÇOL PER EMBRUTAR. Salvador Iborra Mallol.

UN LLENÇOL PER EMBRUTAR.  Salvador Iborra Mallol.
Sense dubte un dels millors llibres de poesía que he llegit, un pilar base en la emergent nova literatura catalana. Un homenatge per al lector.

LA MADONNA

LA MADONNA
Munch

jueves, 31 de enero de 2008

PEQUEÑO POEMA EN PROSA




MILUJI TE... AD SENSUM


Quisiera yo escribir ahora una página que fuera capaz de mantenernos como dos fósiles enamorados, que el tiempo no pasara nunca. Escribir una página capaz de percibirnos como éramos antes de perdernos en los surcos de nuestras historias, pero mi mano y la sensibilidad que de ella se desprende no es aún capaz. Ni siquiera lo es de esbozarte tal y como eras, de esbozarme tal y como yo era.

Quisiera que en las líneas de esta página naciera de alguna manera algún sentimiento que nos forzara a retornar, que aflorara una fuerza capaz de devolvernos a nuestros lugares y a las vanidades que nos formaron como una unión: De la misma manera que dos puntos conforman el origen de una línea.

A pesar de todos estos deseos, muy parecidos a querer volver a reír como un ser infantil, el tiempo es una losa. Y como me es mandado, callo y devuelvo las ilusiones al rincón en el que cada noche invoco aunque sólo sea tu sombra. Es el día a día de aquel que no supo perder y, más aún, de quien no supo comprender.

Quisiera yo escribir ahora una página capaz de mantenernos como dos fósiles enamorados, y lo que más quisiera es acunarte en mi memoria tal y como eras, sin enturbiar ni el más mínimo detalle, ni el más insignificante acento de tu cuerpo para, así, poderme enamorar aunque sólo fuera, de tu recuerdo cenital.

lunes, 28 de enero de 2008

EL JAZZ Y LA VIDA.



Una noche de primavera de 1939, un joven emigrante de Kansas City llegó a un pub de Harlem para trabajar como lavaplatos. Ese joven emigrante se llamaba Charlie Parker, uno de los mayores saxofonistas de Jazz de la historia y que llevó una vida brillante menos por su adicción a las drogas y al alcohol, la muerte de una de sus hijas al no poder costear el tratamiento de su pneumonía, sus posteriores intentos de suicidio y su muerte, paradógica donde las haya, al morir de un ataque de risa frente al televisor. Eso sucedió en 1955, a sus 34 años.

Dieciseis años antes, en 1939, trabajaba como lavaplatos en un pub de Jazz de Harlem, y allí podía escuchar entre plato y plato a un pianista que por aquella época ya era considerado un genio, Art Tatum. Este hombre no dejó escuela como Miles Davis o Louis Armstrong, en parte por culpa de su ritmo; Art Tatum (Arthur Tatum) había nacido casi ciego, y ya tempranamente perdió completamente la visión de un ojo y casi la totalidad del otro. Aun así, este joven de Ohio había aprendido por sí solo a tocar el piano interpretando a los seis años duetos de piano sin saber que debían ser tocados por dos personas. De esta manera había desarrollado un tempo que pocos podían seguir.

Por esos tiempos comenzó la segunda guerra mundial, y entre la angustia de pertenecer a un país en guerra y la resaca del crack bursátil, floreció en Nueva York un nuevo enfoque musical heredado de las corrientes afroamericanas de Nueva Orleans que ya había recibido el nombre de Jazz.

En 1945 Duke Ellington y su banda, considerada como la más completa banda de Jazz, tocaban en el Cotton Club de Nueva York, ya internacionalmente famoso. A siete mil Kilometros de ahí, en el canal de la mancha, un joven voluntario de las fuerzas aéreas norteamericanas, caía con su aparato en un punto del mapa aún desconocido entre Londres y París. Su nombre, Glenn Davis. Un pionero del Jazz consagrado, y muerto en circunstancias todavía sin resolver y cuyo cuerpo no encontrado sirvió para alimentar el mito de las estrellas del mundo de la música que deciden “morir” para desaparecer de la faz de la tierra y así tocar en alguna playa de cualquier país lejano. En el más absoluto anonimato. Mito que luego fue acrecentado por Elvis Presley, Jim Morrison y un largo etcétera.

El Jazz es y será un estilo de música que tal vez está marcado por el aura del exotismo. He hablado de unos pocos, me dejo muchos, Cab Halloway y sus bailes casi chamánicos, Dizzy Gillespie y sus míticos duetos con Charlie Parker cuyas colaboraciones terminaron por crear uno de los estilos de Jazz más revolucionarios, el Bebop, música que inspiró a algunos de sus oyentes a crear lo que hoy en día se conoce como Generación Beat. Los más conocidos de ella: Jack Kerouac y Allen Ginsberg. Los menos conocidos: Neal Cassady o mi admirado Gregory Corso.

Me dejo a Ella Fitzgerald, y a la inolvidable Billie Holiday. Es un placer, cierto que lo es, disponer de diez minutos libres para ir al youtube y poner: Minnie the moocher only song. Y disfrutar de Cab Halloway en estado puro. O tal vez, es mejor sentarse a escuchar cualquier canción del mejor guitarrista de Jazz, Django Reinhardt y proponerse entender cómo en los peores años de un país pudo surgir una música tan pura y tan electrificante como el Jazz.

viernes, 18 de enero de 2008

FRAGMENTO I

Son las dos de la tarde aquí. Las tres de la tarde en Minsk, capital de Bielorrusia. La Ploshchad Pryvakzalnaja, frente a la estación de trenes es lo más bonito de Minsk. Las cinco y media de la tarde en Kabul, entre burkas y soldados de la OTAN todo parece igual allí: La provincia se llama Kabul, la capital de provincia se llama Kabul, e incluso el río que cruza la ciudad se llama Kabul. No tiene que ser excesivamente difícil vivir a 1800 metros de altitud. Kabul domina los pasos montañosos hacia el norte y el oriente. Son las seis y media de la tarde en Mumbai, también conocida por los occidentales como Bombay. Es una de las ciudades con más densidad de población del planeta tierra: 28.992 habitantes por Kilómetro cuadrado. El triple más que Nueva York. Son las siete de la tarde en Novosibirsk, en el centro-sur de la gran Rusia. Antes se la llamaba Novonikolayevsk en honor al zar de todas las rusias, que son muchas y no tan solo tres, Nicolás II. Son las ocho de la tarde en Hanoi, cuya bandera se parece más a una señal de tráfico que a un emblema. No me gusta la humedad del sureste asiático, pero allí son las ocho de la tarde y eso cuenta. Mientras yo paso calor, ellos se divierten recogiendo cobras entre los arrozales, luego se beben la sangre de los reptiles. Son las nueve de la noche en Singapur, en donde hay cuatro lenguas oficiales, hay sitios donde no respetan los idiomas. Regiones que reniegan de su propia lengua, pero en Singapur mantienen el Tamil, lengua que proviene del Brahmi y del Grantha. Idioma silábico. Son las diez de la noche en Seúl, Corea del sur. Son las once de la noche en Vladivostok, controlando el este, encarada al pacífico. Son las doce de la noche en Nueva Caledonia. Tierra de la vindicación de lo humano, kanaka. Son las dos de la madrugada en Nukualofa, perdida en el pacífico. Son las dos de la tarde en esta habitación, derivando en la ciudad son las dos y un minuto, las dos y dos minutos, las dos y tres minutos, las dos y cuatro minutos, las dos y cinco minutos… Y no percibo cambios en mi carne muerta. No hay cambios en mis huesos rotos. Nada cambia excepto la luz que se yergue tersa e insomne por las paredes de la habitación. La sangre impulsada por cada latido de mi corazón inunda arterias que canalizan su potencia. Inspiro, espiro, inspiro, espiro… Mi carne muerta no se pudre. No hay necrosis en mis músculos inmóviles frente al escritorio. Las fotografías de la pared avisan: Cuidado chico, corres peligro de morir. Son las dos y ocho minutos en esta habitación. Mis huesos son cenizas atrapadas entre mis músculos, pero no se pudre nada. La luz sí se pudre trepando por mis piernas, por mi cintura, por mis extremidades. Frío y luz recorren esta habitación. Son las dos y nueve minutos, en Kabul acaba de hacer explosión una bomba. Son las dos y diez minutos, mi corazón explota de nuevo, más sangre por mis vasos. Mi carne no muere porque yo sigo vivo. Una serpiente repta por los arrozales de Hanoi. Son las dos y once minutos, yo repto por la habitación. Un perro despedazado en las llanuras de Irán con las patas volteadas hacia arriba, abiertas, exhuma un olor de vísceras. Es un cuerpo inerte e inerme al que los niños analfabetos de Arak tiran piedras. Son las dos y doce minutos. Miles de larvas alimentándose del cuerpo muerto del perro como se alimentaron del cuerpo muerto del gran Ciro II. Como se alimentaron del cuerpo de Jesucristo. Como se engendran y terminan por nacer en las venas rotas de mi cuerpo.

viernes, 11 de enero de 2008

EPÍLOGO.

Bueno, pues este es el primer poema propio que publico en el blog, me perdonará el lector. La verdad es que he dudado bastante en si hacerlo o no, pero definitivamente me lanzo a la piscina sabiendo que si no lo doy a conocer, una parte de mí queda a oscuras. ¿Por qué este poema y no otro? Pues la verdad, siendo el epílogo de mi poemario (que espero veremos pronto) creo que es el ideal para que lo conozcais, ya que al tratarse del epílogo es el que mejor resume el corpus del libro. En él aparece todo aquello de lo que hablo en el libro; construir una verdad a través de un mito (en este caso un cuento) y más tarde romper el propio mito para meterse en el jodido meollo que nos chupa la vida, es decir, la realidad sin trampas ni cartones. Que cada uno saque sus propias ideas si es que leeis el poema. En todo caso, espero que os diga lo que ya sabeis de antemano pero bajo el foco de otra luz. Y dicho esto, paro de escribir porque no quiero cargarme el poema.



* * *


You dragged your feet when you went out.
By the gate now, the moss is grown, the different mosses,
Too deep to clear them away!
The leaves fall early this autumn, in wind.
The paired butterflies are already yellow with August
Over the grass in the west garden;
They hurt me. I grow older.

Fragmento de The river-merchant’s wife: A letter.

EZRA POUND.


Vages on vages et seguirà la vida,
la incolora nostàlgia de la plutja
i dels astres damunt de les ciutats


LES ENTRANYES DEL FOC
Salvador Iborra Mallol.



* * *

EPÍLOGO

Bella y terrible… terriblemente bella.
Así habló el poeta.

MENTIRA. (I)

Dicen que Peter Pan nunca volvió a volar.
Regresó con la noche de nuevo persiguiendo un sueño.
Había perdido, sin embargo, la memoria y la primavera, y todo quedó muerto.
Pero Peter Pan regresó de nuevo al peregrinaje de su desmemoria,
persiguiendo a una Wendy ya extinta e irreal, como un hada muerta
[en manos del invierno.]
Y su amor fue cadáver olvidado, pero Peter Pan había regresado.
Y exhumó el cadáver del amor con la inocencia que trae el alba…
Y lo que debía ser deseo, fue agónica nostalgia.

Pero Peter Pan regresó.

Y sobre el pretil del puente del Támesis aprendió a llorar,
mientras el sol claudicaba en ferviente lucha. Y de nuevo el río fue noche.



REALIDAD (II)



He necesitado este invierno para escribirte.
Es el precio que el frío nos hace pagar
cuando todo indicio de vida
sucumbe al tormento de las estaciones,
ahora que no hay calor entre las piedras ni bajo los puentes.
Yo me vengo acostumbrando, no obstante, a este frío. Y al otro.
Testimonios petrificados en la hipnótica nevada
expandiendo el cierzo a golpes…
Esta derrota es más dolorosa ahora.
Pero, sin embargo,
¡Con cuánto ánimo se levantaba
de nuevo cierto hombre,
de cuyo nombre no quiero acordarme,
tras sus fracasos.
Embate tras embate, y sólo eran molinos de viento!
¿Soy yo un fracasado por escribirte versos que nunca has de leer?
Pasa el invierno y sin embargo permanece… ¿Qué fue de ti?
Estático en mis ojos pero lejano
he creado un mundo imaginario
en el que tú has estado presente a mi manera, ausente a la tuya.
Es la magia de escribir, habrá quien diga,
cuando todo lo que tienes es nada que contar,
una nada acrecentada e interfecta, mil veces difunta,
que me recuerda cómo me voy yendo
tan a poco a poco de ti, suspirando.
O, tal vez, cómo tú me vas alejando de tu vida,
tan lentamente que ya no duele.

jueves, 10 de enero de 2008

COSAS QUE PIENSO MIENTRAS NO DUERMO.

De forma inusual, esta mañana me he levantado antes de lo normal. Anoche estuve a punto de tomarme un Myolastán para conciliar el sueño, pero finalmente no hizo falta, ya que decidí pasar parte de la noche en vela de nuevo. Hay amigos que dicen que no conciliar el sueño es sintomático de algun tipo de aflicción interna. Por mi parte, no se bien qué decir a ello.

También de forma insusual, me he encendido un cigarrillo nada más levantado. No es que sea un fumador empedernido, mi relación con el tabaco es de amor odio. A veces lo dejo y a veces lo agarro con tanta fuerza que el simple hecho de fumar se convierte en una catarsis que templa mi inquietud pero se va cargando el cuerpo. No sucede todos los días que me levante temprano habiendo dormido poco más de cuatro horas y que comience a fumar incluso antes de desayunar, pero suele coincidir que suceda en dias en los que miro atrás.

Se supone que a los veintisiete años uno ya va teniendo claros sus valores y sus inquietudes, los sueños se comienzan a materializar o, al menos, comienzan a ser tangibles en pequeñas formas. En mi caso, no hay sueños cumplidos ni ideas claras. Y, conste en acta, no es por no tenerlos, que todo el mundo tiene sueños. Es que mi vida pertenece a un mundo equivocado que se reproduce en las afónicas cuerdas vocales de un albañil, más allá de esta ventana, mientras canta el último tema de James Blunt sobre el andamio, y haciendo gala de un Esperanto que ni él sería capaz de reproducir dos veces seguidas.

El hecho de formar parte de un mundo equivocado no es cosa nueva ni tampoco son palabras mayores. Pero uno, conforme va creciendo no se da cuenta del momento en el que definitivamente cruza el umbral de la inocencia para entrar en la vorágine del hombre y en la que se hace gala del archifamoso “tanto tienes tanto vales”. ¿Cómo educar a mis hijos? –pienso ahora- ¿les lleno la cabeza de reyes magos, paz universal, Disneyland París y los siete enanitos, o les voy enseñando a que se las apañen sin mi ya desde su edad temprana? Al fin y al cabo, alguien ha de quitar la capucha a los condenados.

Y cuando me pregunten por qué no soy feliz, les podré decir que es imposible ser feliz en un mundo en el que mueren treinta y ocho mil personas de hambre al día. ¿Que si existen los reyes magos? No, hijo mio. Los reyes magos no existen, ¿Cómo podrían recorrer toda la superficie del planeta en tan solo una noche? Los reyes magos son, en todo caso, una excusa que nos recuerda que la gente de oriente no es tan mala. ¿Cómo nací yo? Hijo mio, no hay cigüeñas que vuelen desde París. Naciste fruto del deseo más pagano, cuando tu padre y tu madre más se amaban, el sexo sucio es el sexo mejor hecho.

Y el día de su décimo cumpleaños, justo en la edad en la que las ensoñaciones ya sólo forman parte del foro interno de cada uno, y en el que las amistades las substituyen, podré decirle: Eres un año más adulto, pero aún tienes tiempo para creer en fantasias. Ir avisándole poco a poco pero constantemente. Matando una inflancia desde el primer día.


¡Diós mio! ¿Quién me enseñó la verdadera cara del mundo? Lo importante no es ser feliz. Cualquiera puede comprar la felicidad a plazos, basta con ser constante y esforzarse un poco. Cualquier objetivo vale: comprar un coche, pintar la casa, abrir las ventanas una mañana de mayo y oler la fragancia de la primavera. Pasar una noche de verano en la playa, cogidos de las manos y mirándonos a los ojos para decirnos todos los secretos que nunca pudimos, o hacer una excursión al campo con una amiga, buscar cualquier excusa para meterle mano y, con suerte, hacer el amor bajo las estrellas. Lo importante en todo esto, es que ser feliz valga la pena.

En 27 años no ha cambiado nada. No sabría ni siquiera qué escribir en caso de que una amiga me propusiera que contara lo que significamos. No se me ocurriria ninguna historia, pero es que ¿habría palabras para esto? ¿Cómo resumir una amistad? ¿cómo decirle que en mi cuerpo hay también necesidades que a veces obvian la amistad? Hacia el vértigo dirigiría mis pasos si emprendiera la tarea, decirle que también la deseo a ella en su más completa posesión.

Yo no sé si estoy a la altura de las circunstancias, ni sé qué decir. Y sin embargo esto es lo que mejor se me daba, escribir y dudar. Toda la vida la estoy pasando escribiendo y dudando. Por eso es que mis valores no están claros aún ni mis sueños se cumplen, porque ejerzo demasiado esfuerzo en dudar. A veces pienso que en caso de que Diós existiera, aquello que realmente nos distanciaría es que mientras que a él le pertenece la gloria y la miseria, la verdad y la mentira, a nosotros nos pertenecería la duda. Será que Diós es tan grande o tan miserable que no se permite dudar, y es oficio del hombre el dudar. Y llegados a este punto, pienso que la debilidad del hombre reside en la duda, más que en la mortalidad.

Pero a menudo, no saber dudar es un problema considerable, porque se peca de ególatra, que es lo que les pasa a los políticos cuando quieren parecerse a Diós. Diametralmente opuestos tenemos a aquellos que suelen dudar demasiado, que se quedan a mitad camino de todo. Aquellos que hoy llamaríamos los antihéroes. Y en este puzzle de dos piezas, ¿dónde encajo yo? Supongo que la habilidad para saber invertir el tiempo dudando me dará la razón. Mientras tanto, intentaré ocuparme en aquello que siempre se me ha dado bien: Leer y borrar lo escrito, pues de ello me retracto ahora que comienzo a dudar de nuevo.