En ella hubo múltiples horizontes maltrechos que obedecían al crepúsculo, y un océano lamía constantemente sus ojos. Pero en ella comenzaba la vida y terminaba la muerte; la aleteante presencia ubicua de un anochecer, y en los días de frío el sol se esforzaba en morir en sus manos. Día a día se diluían argumentos y razones entre nuestros brazos, y ardía de amor el mundo por los cinco continentes. Yo me había ganado a pulso el silencio de la muerte y la soledad. Pero ella vino, llena de vida, a mis días con sus noches y revivió palabras de antiguos cantos ya olvidados. Y entonces todas las ciudades, todas las avenidas y las calles, el cielo circunvalando volvió a existir.
A pesar de todo, fue tan fugaz que pareció banal, aunque moriría por existir de nuevo otra vez.
A ti, ahora que ya no tengo nada.
Rafa.
A pesar de todo, fue tan fugaz que pareció banal, aunque moriría por existir de nuevo otra vez.
A ti, ahora que ya no tengo nada.
Rafa.
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