UN LLENÇOL PER EMBRUTAR. Salvador Iborra Mallol.

UN LLENÇOL PER EMBRUTAR.  Salvador Iborra Mallol.
Sense dubte un dels millors llibres de poesía que he llegit, un pilar base en la emergent nova literatura catalana. Un homenatge per al lector.

LA MADONNA

LA MADONNA
Munch

miércoles, 16 de julio de 2008

ÁNGELA

A Antimo.


Ángela cierra los ojos y se transfigura. Su identidad, quién es, no es relevante. Ángela ha cerrado los ojos y sin embargo vive una indeterminación, medio asida al pasado, medio sujeta al presente, no pertenece a ningún lado. Sobre la mesa pone cinco cubiertos; su hermano Antonio viene hoy a comer, su cuñada María también, su padre como es normal presidirá la mesa y su marido se sentará junto a ella. Ángela se ha puesto guapa para todos aunque hoy no se celebra nada. Con sus ojos aun cerrados recuerda las palabras, hoy vamos todos a comer a casa, todos somos felices, ya lo sabes. Ángela llora de vez en cuando, nada es perfecto. Su padre siempre le habla bien, ¿siempre? Bueno, ahora sí, la mayoría de las veces, ya se sabe, es un hombre tosco. ¿Lloras o eres feliz? Si padre, soy feliz.

Sobre la mesa están los cinco cubiertos que Ángela ha dispuesto con todo el amor. Su marido ronda la casa, va y viene sin quitarle el ojo de encima mientras ella se dispone a hacer costura en el sillón. Lo nota envejecido, salvajemente distante. Él ya no es el mismo y sus pasos a lo largo de la casa marcan un ritmo cansado. A veces es un desconocido ¡Diós! Es tan salvaje que me cuesta reconocerlo. Lo confundo con la imagen del que era. Sin decir palabra él quita acompasadamente los cubiertos de la mesa uno a uno hasta dejar sólo tres. Ángela no dice nada, día a día se repite la historia. El hombre, cansado, se aleja y se sienta en el recibidor de la entrada y suspira anelante, sin quejarse llora en silencio, nadie le oye, ni siquiera Ángela. Agazapado entre sus manos esconde el rostro. El reloj marca las tres cuando una chica joven entra en casa, Ángela no sabe quién es. La chica se agacha de cuclillas ante el hombre derrotado que llora amargamente, suavemente le acaricia los hombros.

-Otra vez lo ha hecho… Otra vez ha puesto cubiertos para su padre y para su hermano. Otra puta vez…

-Esto es así, ya lo sabes –dice la chica joven que acaricia los brazos del hombre.

Ángela finge no escuchar, y llora, se siente perdida, no entiende nada de lo que hablan. Como dos conjurados su marido y la chica hablan en voz baja en el recibidor. No los entiende pero algo escucha:

-Me cago en mil demonios, y sólo llevamos ocho meses.

-Yo te voy a estar ayudando en lo que pueda, pero ten paciencia papá.

-Este puto Alzehimer... Esta puta enfermedad va a acabar con los tres.

2 comentarios:

Eme dijo...

Y pensar que podía tratarse únicamente de un acto rutinario...

Me has puesto triste.

Pero me reconforta un poco no ser la única que escribe sobre "putas enfermedades".

Besos

Unknown dijo...

Uhm...